Más que un guiño: El impacto de los emojis en tu cerebro

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Estaréis de acuerdo conmigo en que los emoticonos nunca sustituirán a las palabras, pero no cabe duda que acompañan nuestra comunicación y la enriquecen, sobre todo en entornos donde es realmente difícil poder captar la emoción del otro. Y es que, precisamente, uno de sus principales objetivos es imitar expresiones faciales y emociones para desambiguar los textos escritos que, al carecer de otros elementos contextuales, pueden ser malinterpretados. En definitiva dar tinte emocional a nuestras interacciones. Simplemente mira los historiales de tu Whatsapp, Facebook, Twitter o blogs, y date cuenta.

Por ello, éste aspecto característico de la comunicación electrónica ha llamado el interés científico desde sus inicios. Su estudio ha estado presente en todas las fases que han caracterizado la investigación y desarrollo de la comunicación mediada por ordenador (CMO) -disciplina académica que lo estudia desde el punto de vista lingüístico la comunicación digital, y observa también el fenómeno de los emojis y emoticonos desde la pragmalingüística, un sub-área de la lingüística que se interesa por cómo el contexto influye en la interpretación del significado (Bieswanger, 2013; cit. en Sampietro, 2016). Y ahora es el momento de ver qué es lo que las neurociencias tiene que decir al respecto.

Un poco de historia

Imagen de John Hain en Pixabay

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Empecemos haciendo una breve distinción. Los emoticonos (neologismo que proviene de emoción e icono) son aquellos símbolos que creamos mediante signos de puntuación tipo :-), :-(. Con los emojis vamos un poco más allá, son ideogramas o pictogramas que incorporan el color y son utilizados como los emoticonos principalmente en conversaciones de texto a través de teléfonos inteligentes. Podríamos también definirlos como emoticonos textuales o gráficos (Sampietro, 2016).

Aunque parece que ya en 1881 una revista satírica americana se publicaban 4 emoticonos tipográficos. No es sino es hasta El 19 de septiembre de 1982, cuando el científico americano Scott Fahlman propone el uso de la secuencia de caracteres :-) en el asunto de un mensaje para indicar que el comentario contenía una broma -una carita feliz para evitar malos entendidos, el primer  emoticón-. Y hasta finales de 1990 es cuando Shigetaka Kurita crea los primeros emojis para la empresa de telecomunicaciones japonesa NTT Docomo. 176 caracteres de 12×12 píxeles, basándose en símbolos ya existentes en aspectos de la cultura de Japón. Actualmente la institución que estandariza su uso es Consorcio Unicode con 1.800 emojis avalados, tratándolos de igual forma a los ideogramas o símbolos de cualquier otro idioma.

 Una variable importante que explica el gran éxito de los emojis es la facilidad para reconocerles. Ejemplos de ellos: “pulgar hacia arriba”, “carita que cierra el ojo”, “carita que manda besos”, etc., Sin embargo, la interpretación siempre irá en función del contexto. El emoji que saca la lengua podría interpretarse en un tono irónico o también erótico.

De aquí nos surgiría otra pregunta, ¿Qué grado de universalidad puede tener un emoji? Para ello, en 2015, investigadores de la Universidad de Barcelona y de Trento realizaron un análisis de 34 millones de tuits en Estados Unidos, Reino Unido, Italia y España. Y sí, hay diferencias ''La mujer que baila es simplemente una mujer que baila en Estados Unidos, Reino Unido e Italia, mientras que en España está más relacionada con irse de fiesta, o el emoji del trébol de cuatro hojas en España está más relacionado con mensajes de amor, mientras que en Reino Unido se emplea como símbolo de la buena suerte'' (Rodríguez, 2017).

El impacto de los emoticonos en las conversaciones 2.0

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Tenemos, por otro lado posturas que afirman que los emojis podrían estarnos limitando, que simplifican el mensaje, además de limitar nuestra riqueza expresiva. Pero hemos de considerar que la conversación en línea no posee moduladores como pueden ser la entonación, el lenguaje corporal y las expresiones faciales. A tal fin estos recursos ayudan a compensar y a complementar la comunicación.  Vyv Evans, profesor de lingüística de la Universidad de Bangor, afirma “No son estrictamente hablando un idioma como el inglés o el español. Pero nos guste o no, los emojis son la forma de comunicación más global”.

Ahora bien, es importante es saber en qué contextos podemos utilizar este recurso. En situaciones formales no es aconsejable, y según en qué culturas muchísimo menos. Pero sí que es cierto que las marcas ahora mismo están explotando al máximo sus bondades.

Muchas de las grandes empresas online han aprovechado para incluirlas es sus mensajes en las redes sociales, con el fin de mostrarse también cercanos y fomentar un ambiente relajado entre sus usuarios.

Emojitracker ha detectado que “la publicidad también se vale de emojis, llegando a crear una tasa de clics en sus enlaces de 9,2%, mientras que la media sin emojis es de 0,4%.”. Esto puede deberse, entre otros factores a que mediante el uso de emojis en las empresas también se logra aumentar la accesibilidad, la empatía con los usuarios, la popularidad, o suavizar las malas noticias.

 No cabe duda que el lenguaje de los emoticonos articula sentimientos de una manera universal, transformar una frase simple, y provocar respuestas más fuertes y más variadas en una conversación en línea”, opina, Khotulev, informático y desarrollador web, y fanático de los emojis (Baraniuk, 2014). No es vano se le llama el lenguaje del siglo XXI.

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Para Ben Agger (1952-2015), profesor de sociología de la Universidad de Texas en Arlington, Estados Unidos, y autor del libro Texting Toward Utopia, “vivimos el más literario de los tiempos, los emoticones traen los matices de la comunicación cara a cara, esas sutilezas que se pierden cuando interactuamos con una pantalla de por medio, y tanto niños como jóvenes utilizan el poder expresivo que tienen los mismos para comunicarse a grandes distancias y a pesar de las presiones sociales”. La manera en que hacemos uso de estas figuritas, también pueden revelar detalles sobre cómo eres, dicen los expertos en sociología. Por ejemplo, las mujeres suelen usarlos con más frecuencia que los hombres.

Se ha demostrado, además, que estamos culturalmente condicionados para reaccionar ante estos símbolos. Y pueden sobrepasar a las palabras mismas en cuanto a la transmisión de emociones complejas y significativas. Por tanto, no nos extraña en absoluto que empresas como Facebook hayan invertido en el desarrollo de sofisticados emoticonos.

Y Facebook lo sabe...

Imagen de Mohamed Hassan en Pixabay

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Por esto el coloso de las redes sociales, no deja pasar una oportunidad así.  Hace pocos años, en 2012, el profesor de psicología de la UC Berkeley, Dacher Keltner, fue invitado a convertirse en socio científico de Facebook.  Ha sido su dedicación al estudio de las emociones y la interacción social uno de los principales factores de esta alianza.

Para empezar se planteó cómo la investigación sobre la compasión podría ser de utilidad a la red, a fin de abordar algunos tipos de conflictos personales.  Keltner pensó que al incorporar algunos de los principios del trabajo seminal de Darwin sobre la emoción, podría agregar un toque de la riqueza que sentía que carecían los emoticones existentes. Pero, ciertamente no era un reto sencillo. Tomemos como ejemplo “la simpatía” y “la vergüenza”. Respecto a la primera, puede ser difícil de conseguir en forma de emoticón tradicional, "es una emoción poco apreciada en la cultura occidental", y respecto a la segunda, la investigación ha demostrado que el sonrojo tiene un propósito evolutivo, que enseña que las personas lamentan cualquier límite social que acaban de sobrepasar. "Cuando muestras que estás avergonzado con alguien más, es como decir 'Lo siento'. Desencadena el perdón y la confianza", explica Keltner (Shaunacy, 2013).

 Y entonces, comienza el proceso de dar a luz un elemento más completo: los famosos stickers que aparecen en Facebook y en otras aplicaciones y redes, y que ayudarían a precisar más matices emocionales. También hemos de considerar la más reciente aparición de los GIFs animados en la comunicación a través de estos canales. Estos elementos aportan aún más una carga emocional a la comunicación más estructurada aportando cercanía y complicidad en el canal online.

Pero, ¿hasta dónde se puede matizar y replicar? Un estudio de 2007 sobre el uso de emoticones en el chat en línea advirtió que, aunque los emoticones están destinados a inyectar expresiones no verbales en conversaciones de solo texto, difieren porque debemos usarlos de forma consciente y deliberada: aunque es concebible que los emoticonos puedan volverse habituales y menos conscientes con el tiempo, aún no está claro cómo se interpretan los emoticones en comunicación mediada por ordenador (CMO). Son tan icónicos e inconscientes como las expresiones faciales no verbales o, como la fraseología, como elementos deliberadamente codificados de comunicación intencional (Shaunacy, 2013).

 Sin embargo, surgía una cuestión más relativa al movimiento. Lisa Feldman Barrettt, profesora de psicología en Northeastern University afirma que el movimiento antes y después de la expresión proporciona un contexto que ayuda a identificar la emoción. De hecho, los estudios en percepción de las emociones, encontraron que las personas pueden identificar mejor las emociones en caras dinámicas que en caras sin movimiento. Esta cuestión se ha resuelto ya con la incorporación de los GIFs animados.


¿Qué nos dicen las neurociencias?

Imagen de Chenspec en Pixavay

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Nos planteamos ahora cómo procesamos esta novedad cultural.  Y es que estudios de neuroimagen se han puesto en marcha para proporcionarnos datos medibles en cuanto a esto. Por ejemplo un estudio en 2006, que empleaba la técnica de resonancia magnética funcional concluyó que los emoticonos se perciben como expresión de emociones, aunque no fuesen reconocidos como caras. Concretamente, el giro fusiforme derecho, que normalmente se activa en respuesta a las caras no respondía a los emoticonos, pero el giro frontal inferior derecho, implicado en tareas de decisión con contenido emocional se activaba tanto con las caras como con los emoticonos (Nakamura, 1999 cit. en Rosa Martínez y Martínez Rubio, 2016).

En relación a la información no verbal, un estudio más reciente, de 2011, conducido por Yuasa, Saito y Mukawa, demostró que acompañar las frases con emoticonos activaba los giros frontales inferiores derecho e izquierdo, implicados en el procesamiento de información verbal y no verbal. No obstante, el giro fusiforme derecho, implicado en el reconocimiento de caras, no se activaba ante estos estímulos. Aun así, el uso de emoticonos es un recurso sencillo que mejora nuestra comunicación emocional (Yuasa, Saito y Mukawa, 2011).

 Sin embargo, en 2014, un estudio llevado a cabo por  Churches, Nicholls, Thiessen, Kohler y Keage, concluyó que nuestro cerebro sí que asocia los emoticonos a los rostros humanos, reaccionando de forma similar, lo que desencadena respuestas en las mismas áreas cerebrales localizadas en la corteza occipito-temporal. Hay que puntualizar que, en este estudio, los emoticonos, en su posición habitual eran reconocidos por un proceso holístico similar al de las caras, debido a su asociación con éstas. Pero cuando se presentaban invertidos, no eran capaces de activar ninguno de los procesos implicados en el reconocimiento de caras debido a la falta de familiaridad en la configuración (Rosa Martínez y Martínez Rubio, 2016).

Para concluir, es tal la potencia y efectividad de estos elementos que se han convertido en esenciales y enriquecedores para nuestra comunicación digital. Sería interesante saber más desde otros enfoques como la psicología cognitiva o incluso acercamientos más subjetivos, de cara a una comprensión integrada de la influencia de los emoticones en la comunicación humana a nivel socio-cognitivo y neuronal. No cabe duda que queda mucho por seguir investigando y desarrollando en esta línea que sin duda tiene gran camino por delante.

Por Karemi Rodríguez Batista para Psyciencia

Referencias:

Karemi Rodríguez Batista